lunes, 23 de enero de 2012

Por amor a Sandro o la vida de las canciones


          El viernes pasado una profesora de canto de Mariuchi le regaló entradas para el estreno de una obra en la que actúa, y que es una comedia musical sobre Sandro. La obra, luego me enteré, se llama Por amor a Sandro. En principio, iba a ir ella sola porque sólo le daban una entrada. Pero a último momento Mariela, que así se llama su profesora, le consiguió dos. Fuimos. Confieso que, a pesar de ser un oyente un tanto entusiasta, pero sin una gota de fanatismo, de Sandro, no tengo tanta afinidad con su música como para ir a ver una obra en honor a él, y menos a un imitador –no disfruto de esas copias. Pero también tengo que confesar, y mucho más enfáticamente, que me llevé una gran sorpresa –yo, que sólo vi dos comedias musicales en mi vida. Varios aciertos tiene la obra. En primer lugar, un elenco impresionante. Ningún actor desentona. Desde Fernando Samartín, que hace de Sandro, hasta el último de los bailarines, todos cumplen un papel destacable. Además del gran trabajo de los actores, la obra acierta en el texto. Evita contar la biografía de Sandro para centrarse en la historia de vida de una de sus nenas, Alicia, y del doble juego de euforia y drama que vive a causa de su fanatismo. Alicia, en esa desmesura que caracteriza al fan, dedica mucho espacio de su vida, y una habitación en su casa, para adorar a Sandro. Pero al hacerlo debe necesariamente descuidar su vida familiar y matrimonial. Ese corrimiento es vital para la obra y produce que la vida del astro de América se cuente por su lado público y profesional sin hacer mención a su vida privada: lo vemos a través de recitales a los que concurre Alicia, apariciones públicas en las que ella participa (su tradicional festejo de cumple en la puerta de su casa de Banfield), películas que ella ve. Pero el espectador no necesita esperar a esas apariciones para lograr el clímax, como si el resto de la historia sólo fuera el preludio a esos instantes en que la música de Sandro y el talento de Samartín (cuya voz asombra) se despliegan en el escenario. Cada escena presenta su propia vida, y la multiplicidad de situaciones que se cuentan brindan un placer estético y una emotividad importantes. Una serie de escenas son destacables. Son aquellas en las que el marido de Alicia se encuentra con sus amigos en un bar y que bien podrían caer en un costumbrismo aporteñado. Pero lo evitan, y ocupan un lugar significativo por dos cosas más. Por un lado, porque las escenas se deslizan de la emoción al humor con la facilidad y la soltura de un artificio teatral más que bien logrado. Y, por el otro, porque narran el conflicto del marido de Alicia, en esos diálogos y situaciones con sus amigos, quien debe compartir, imaginariamente (pero justamente por eso, tal vez, tan intensamente), a su mujer con Sandro cada uno de sus días.
Un último elemento del libreto es destacable, y tiene que ver con la forma en que el texto se organiza por fuera de la vida privada del Gitano. Las canciones de Sandro se filtran en la propia vida de cada uno de los personajes, y son cantadas por varios de ellos (y no solo por las principales) en diversas situaciones. Son canciones que ya no pertenecen a Sandro, sino a cada uno de los que las comparten (o rechazan). Gran acierto porque las canciones, como cualquier forma del arte, dejan de pertenecer al que las brinda a la humanidad para pasar a ser patrimonio de todos en la vida diaria de quien las escucha y reproduce.
Satisfechos, contentos, casi eufóricos, salimos del teatro con Mariu. Con un recuerdo de Sandro en una forma sobre la que él mismo estaría agradecido, y a la cual la obra hace honor: sin llorar, como una imagen de la misma felicidad.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Para saber lo que es la soledad

Restos

La guardia
para un paciente de Pami: una hilera de sillas
ocupadas contra una pared gris, puertas
con números que permanecen cerradas
y un sólo doctor que atiende a esa multitud.
Muchos años todos juntos
de viejos que esperan un poco
de atención médica como esperan
esas palabras, ese saludo
cada día en el comedor de sus casas
frente a un teléfono que permanece mudo
casi muerto
como un pasillo oscuro
y atestado de gente que no se conoce.

lunes, 24 de octubre de 2011

Elecciones 2011

Ayer con Mariuchi acompañamos a la Yaya, mi abuela, a votar. Todo un esfuerzo para ella, que tiene 82 años y artrosis. Como, además, no ve bien, la acompañé en el cuarto oscuro y oficié de sus manos para poner la boleta en el sobre (votamos a condidatos/as diferentes). Hubo un clima especial, que compartimos con los anónimos oficiales de mesa, cuando metió el sobre en la urna. No es para menos, después de tantos años de dictadura. Volvimos caminando a casa. Feliz, por haber compartido con ellas ese momento que voy a guardar como una postal toda la vida: el esfuerzo de la Yaya (que casi no sale de su casa) para participar y dar su voz, la emoción del momento, la caminata los tres a la vuelta, el respeto por la democracia y la decisión popular.

viernes, 14 de octubre de 2011

Los días y los días

Los días y los días
Una punzada que se extiende de sien a sien.
Abro la puerta de casa, y el mundo entra conmigo.
Dejo la mochila sobre la mesa, camino
hasta la habitación. Me cambio.
El mundo sigue conmigo en la ropa nueva.
Tomo un analgésico, destapo
una botella de cerveza y me siento en mi sillón favorito.
El vaso frío calma la tensión de mis manos.
Tomo un trago. La espuma y el alcohol
me sacan una sonrisa.
Es viernes.
Mi novia, en un mensaje de texto,
dice que en quince minutos llega a casa.
El mundo, que sigue conmigo, comienza
a debilitarse.

En los bordes de los días, entre el peso de lo cotidiano
y el dolor de cabeza, se cuela una pequeña redención.
Sentado espero
y doy otro sorbo a la cerveza.



martes, 10 de mayo de 2011

Mudanza que alguna vez...

Mudanza

Acostados en la cama que a partir de hoy
es nuestra cama.
Miramos el techo, le acaricio el pelo
ella juega con un almohadón.
Nos aconsejaron 
que esperáramos, que nos conocemos hace poco,
que convivir es difícil.
Amor: es todo o es nada. Dijimos.
Y si el amor nos nockeó de esta forma
que nada sea es morir un poco.
Acostados en nuestra cama hablamos
de la casa, del gato
que nos camina por arriba de la panza.
Gracias a la ventana abierta escuchamos el murmullo del mundo.
No seguimos patrones, no nos importan los arquetipos:
un destino se inventa
el día que uno menos lo espera.
Es sábado, un día especial para cosas como estas.

viernes, 6 de mayo de 2011

Los sueños


Los sueños
Es plena madrugada y tengo insomnio.
La cama parece enorme, mi novia
duerme tan hermosa que sería
una lástima despertarla.
A pesar de la oscuridad y de la noche
algo en mi cabeza despliega
un monólogo interminable de ansiedades.
Camino hasta el comedor y me asomo
por la ventana. La esquina desierta que luego
de un rato sigue desierta. Tranquilidad.
Los adoquines de la infancia exponen su inocencia. 
Pero yo debería volver a la pieza 
a dormir para mañana 
madrugar como todos los días. ¿Desde cuándo
descansar se volvió una preocupación más?
Por eso
entre el desierto de la esquina
y el insomnio de la cama
elijo ver esos adoquines
que en su presencia inmutable
me devuelven al silencio.

lunes, 11 de abril de 2011

La fuerza

El despertador sonó y abrí los ojos. No tenía
ganas de levantarme. El cuello, la espalda, todo
dolía. Los golpes, pensé, de la vida –cursi, y fatal.
Puedo quedarme acá, puedo no levantarme nunca
más. Esa era una evidencia tan clara
como el dolor del cuerpo.
En ese momento, cuando ya me disponía a mandar
todo a la mierda, los proyectos, los intentos, el trabajo, todo
mi novia, en un sueño inaccesible para mí,
me abrazó y me besó, suave y leve.
En seguida estaba sentado en la cama, dispuesto
a ponerme las ojotas e ir al baño. En esa
posición, al borde de la cama, un pie en la ojota, el otro
en el piso frío de cerámica, la contemplé
unos segundos. No pude menos
que sonreír y respirar hondo.
Ella seguía ahí
durmiendo. Ignoraba toda la potencia de ese
su pequeño gesto que inauguraba
un nuevo día.